Tanto los tiempos como las listas de espera son característicos de sistemas de salud de carácter público y son múltiples los proyectos, mecanismos y programas que se ponen en marcha dirigidos a aliviar la presión hospitalaria, ofrecer atención profesionalizada de calidad y mejorar el bienestar de la población. Pero aún hay que hacer más. Hay camino por recorrer.
Si ya existían en la España pre-covid serios problemas con las listas de espera, la pandemia no ha hecho más que agrandar este problema y, aunque no nos encontramos en la misma fase de gravedad que en 2020, el presente año acumula los retrasos que se dieron durante los meses más críticos del coronavirus, en los que prácticamente se paralizó la actividad asistencial en general en la mayor parte de las especialidades, pero también la quirúrgica no urgente en nuestro país. Tan solo al cierre del pasado año, había en España al menos 650.000 personas* a la espera de una operación, cifra que se fue agravando dadas las sucesivas olas que este año están obligando a retrasar diagnósticos y aplazar intervenciones, provocando que las listas de espera no se hayan recuperado ni haya previsiones de que lo hagan en el corto plazo.
Golpeado nuestro sistema sanitario por la pandemia como un tsunami, es la hora de comenzar a dar salida a las esperas de los pacientes y las desesperaciones de sus familiares, quienes ven cómo pasan los minutos, las horas, los días, las semanas y los meses sin solventar su problema médico, provocando que, en muchas ocasiones, lo inicialmente leve acabe desembocando en algo realmente grave.
Uno de los mecanismos que comentábamos al inicio es la puesta en marcha de programas de colaboración público-privada en el ámbito hospitalario. Para ello es necesario el establecimiento de forma conjunta y consensuada la aplicación de tiempos razonables, la priorización de las listas en función de criterios explícitos, y la incorporación de estrategias para mejorar la indicación de una intervención o prueba. Al fin y al cabo, se trata de sistemas sanitarios que, en el caso de nuestro país, tienen más puntos en común que en contra y donde debe, o al menos debería, prevalecer el “juntos somos más fuertes” en este tipo de situaciones donde la sociedad es la principal beneficiaria, más en cuestiones que atañen a la Salud.
¿Es un modelo válido la colaboración público-privada? Son diversas las opiniones al respecto. Si bien existen detractores y quienes abogan únicamente por la omnipresencia de la sanidad pública, existe otra vertiente precisamente no escasa que defiende la coexistencia de ambas. De hecho, a lo largo de los últimos años, la sanidad privada ha realizado múltiples llamamientos destinados a impulsar este tipo de colaboración como parte de su apuesta por un sistema sanitario único, robusto y fuerte. No se trata de reemplazar, suplir o aniquilar. Se trata de avanzar, crecer, sumar y complementar. No debemos olvidar que, al menos hoy, la sanidad privada, al igual que la pública, es parte del sistema sanitario español. No son ni deben suponer una amenaza, ni el reemplazo de ninguna entidad pública.
Pero la existencia de un modelo colaborativo de verdad entre los sistemas público y privado, sin fisuras, sin sesgos, sin distinción, sin ideología, sólo será posible si instituciones, organizaciones públicas y entidades privadas se coordinan de modo que el paciente siempre sea la referencia y el epicentro, si entienden el ahorro que supone para el Sistema Nacional de Salud la convivencia entre ambas y si asumen que los modelos basados en la colaboración son esenciales para luchar contra las adversidades. Al fin y al cabo, tener unas listas de espera que no paran de crecer, sobre todo para determinadas patologías y en determinadas zonas de nuestra geografía, son una de las principales amenazas que pueden hacer tambalear la gestión y la existencia de un sistema sanitario sólido, robusto y fuerte por y para los ciudadanos españoles.
Fuente | RTVE.es